Terapia individual

«Nadie puede convencer a otro que cambie. Cada uno de nosotros custodia una puerta del cambio
que sólo puede abrirse desde adentro»
(Virginia Satir)

En qué consiste la terapia individual

La terapia individual es un espacio de cuidado personal, donde nos adaptamos a las necesidades de la persona y a su momento vital, utilizando una gran variedad de técnicas y posibilidades. Un sitio donde explorar, cambiar lo que no funciona, fortalecer lo que es útil, y que permita el conocerse.

El primer paso es que nos cuentes qué te hace pedir ayuda o también podemos ayudarte a identificarlo, tras valorar la mejor forma de ayudarte trabajaremos de forma conjunta hasta conseguir los objetivos que nos hemos planteado.

¿Cuándo acudir a terapia?

Trastornos del estado de ánimo, como depresión o distimia.

Si te sientes abrumado constantemente, que no puedes manejar el estrés o las emociones del día a día. Si tienes cambios de humor extremos, pasando de la tristeza a la euforia sin motivo o te sientes irritable con frecuencia. Si te cuesta disfrutar de las cosas que antes te gustaban.

Ansiedad y estrés como ataques de pánico, fobias, trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), estrés postraumático (TEPT), trastorno de ansiedad generalizada, etc.

Si tienes ansiedad o preocupaciones constantes con pensamientos intrusivos o miedos que interfieren con tu rutina. Si vives en un constante estado de alarma. Si tu atención está sobre los síntomas de tu cuerpo.

Problemas de autoestima e identidad como autocrítica excesiva, inseguridad o crisis existencial.

Si tienes dificultad para aceptarte, pensamientos negativos sobre ti mismo o ti misma, sentimientos de culpa, vergüenza o baja autoestima persistentes.

Dificultades en las relaciones interpersonales, como problemas de pareja, conflictos familiares o dificultad para poner límites.

Si sientes que te cuesta comunicarte, establecer límites o mantener relaciones sanas. Si vives constantemente con sentimientos de soledad o desconexión social.

Estrés y duelo ante rupturas sentimentales como una separación o divorcio, pérdida de un ser querido, adaptación a cambios importantes, violencia, abuso, trauma.

Si sientes que la situación que estás viviendo te desborda. Si sabes que te está costando soltar y aceptar lo que te ha pasado. Si necesitas reescribir lo vivido para seguir.

Pensamientos y conductas autodestructivas o adicciones, como el consumo problemático de sustancias, tecnología o compras, autolesiones y pensamientos suicidas, trastornos de la conducta alimentaria, etc.

Si tus vías de escape no son saludables e interfieren en el resto de áreas de tu vida. Si el daño y la muerte son el cambio que acude a tu cabeza.

Manejo del enfado y control de impulsos, como explosiones de ira, conductas agresivas o impulsivas, dificultad para tolerar la frustración, etc.

Si tus emociones y reacciones te impiden funcionar y relacionarte de forma sana.

Dificultades laborales o académicas, viviendo estrés laboral o burnout, falta de motivación, problemas de concentración y organización, responsabilidades que te abruman, etc.

Somatización en el cuerpo como síntomas, insomnio, llanto, contracturas, dolor de cabeza, falta de energía, etc.